LA OTRA ESQUINA
Por Carlos Manuel Gallardo Guarniz
El deceso de Víctor Oblitas Peláez, acontecido el martes 3 de marzo, ha sido una muerte anunciada para él mismo y para los amigos y conocidos del recordado aprista hasta la médula, pues los últimos reportes de sus amigos más íntimos daban cuenta que el cáncer a los pulmones ya había hecho estragos en su debilitado cuerpo que venía padeciendo esta penosa enfermedad desde hace 3 largos años; pero no nos vamos a quedar aquí para hablar de esa fuerza superior que le ha ganado su última batalla, aunque sí diremos –para sus laureles y homenaje póstumo- que antes de que sus fuerzas sean doblegadas por el cáncer, lejos de refugiarse en los hospitales, en el seno de su hogar o en alguna religión que tal vez lo pudiera consolar de su enfermedad terminal (como muchos, con buena fe, pretendieron que hiciera) vivió sus últimos años, meses, semanas y días como siempre lo hizo, como si no portara aquel virus mortal que poco a poco lo iba consumiendo por dentro.Víctor Oblitas era de un espíritu vigoroso y de un temple a prueba de balas –o de enfermedades mortales- como muy pocos hombres he conocido. Nunca lo escuché quejarse de su desgracia, todo lo contrario, resistió en silencio estoicamente su mal, pero al mismo tiempo mantenía inquebrantable su fe en Dios, y supo vivir cada día como si fuera el último día de su vida, sacándole el jugo a la vida sabiéndose que era mortal y que tarde o temprano, más allá de alguna enfermedad o no, como nos sucederá a todos finalmente, se apagará la luz que alumbra nuestra alma, ¿o acaso nos hemos olvidado que desde que nacemos vamos camino a la muerte? Y esto no debe ser motivo de desgracia ni de sufrimiento, por el contrario debemos estar dichosos y agradecidos de tener vida, y en la mayoría de las veces sana, por ende sepámosla valorar y vivir dignamente y no esperar ser aguijoneados por las garras de alguna enfermedad para recién ahí darnos cuenta de la importancia de aprender a vivir. Eso es lo que en el transcurso de su vida hizo Oblitas y ése es uno de los ejemplos que nos ha legado a la posteridad.Desde que lo conocí, cuando fui a cubrir una nota periodística en una reunión del Partido Aprista Peruano en Sarandí 56, llamó mi atención un hombre alto, muy afable y atento con todo aquel que se le acercara para mantener un diálogo. Por su capacidad intelectual y buenos modales en el hablar era el centro de atención en las reuniones, tenía esa chispa propia de los peruanos de antaño, esa gracia y picardía fina, que, además, sumado a su buena pinta y ser un tipo risueño, eran el complemento ideal para convertirse en el líder carismático que la gente supo encontrar en su persona.En el último tramo de su vida, a pesar de los achaques de su enfermedad, Oblitas se dio maña para desarrollar una intensa actividad social, cultural, intelectual y sobre todo política, a la cual se entregó en cuerpo y alma. Así, por ejemplo, fue el único político que bajó al llano y luchó contra viento y marea por la pronta reapertura de la Galería LH de avenida Corrientes 2451, donde ni siquiera las autoridades peruanas, por curiosidad, se interiorizaron en este hecho que dejó en la calle a centenares de comerciantes peruanos que de la noche a la mañana se quedaron a la intemperie sin su principal fuente laboral. Oblitas no sólo se solidarizó públicamente con ellos, si no que se puso en el mismo lugar de los perjudicados, acompañándolos y sacando a relucir sus mejores oficios, moviendo todos sus contactos políticos y asesorándolos con profesionales en la materia para que pudiesen solucionar los inconvenientes que habían sido motivo de la clausura de dicho centro comercial, hasta entonces pulmón de la economía peruana en Buenos Aires.Este hecho demostró que era un peruano a carta cabal, comprometido con sus connacionales que habían venido hasta la generosa Buenos Aires huyendo de la pobreza y el desempleo en Perú, en una oleada migratoria distinta a la suya, con el único afán de trabajar pero desprovistos del fermento intelectual que él, junto a sus contemporáneos de época, se habían nutrido del conocimiento en las aulas universitarias argentinas; y con esto digo, también, que fue uno de los pocos peruanos, contados con los dedos de una mano, de la llamada Vieja Guardia que supo ganarse el cariño y mezclarse de igual a igual –sin mirarlos por sobre el hombro- con las nuevas generaciones de inmigrantes peruanos que llegaron a partir de la década del ochenta a este país que nos abrió sus puertas para buscar un futuro mejor.Ya catapultado en la popularidad de los nuevos inmigrantes, y teniendo ciertas distancias con sus correligionarios del CRAEX de Buenos Aires, decide fundar la Célula Víctor Raúl Haya de la Torre (en homenaje al fundador del APRA), pero Oblitas fue más allá, no se quedó en el provincianismo chato del que suelen ser presa fácil los inmigrantes peruanos en general, y los partidos políticos peruanos en particular, que actúan como meras sucursales en el extranjero cayendo en el chauvinismo retrógrado, sino que le inyectó una visión inclusiva donde la comunidad peruana se integre políticamente al juego de la democracia en el país de residencia. Con ese propósito decide fundar, conjuntamente con Juan Carlos Coello, un domingo 27 de mayo de 2008 –con la participación de más de 700 ciudadanos entre peruanos, argentinos, bolivianos, ecuatorianos, entre otros- el Partido Aprista Popular, movimiento político al que le dedicará todo su esfuerzo y empeño hasta los últimos días de su vida.En este sentido Oblitas tuvo el olfato político para ir más allá de lo que otro peruano o de su propio partido político supo vislumbrar, que es la tarea de pregonar por la integración del inmigrante a la vida social, cultural y política del país donde deciden vivir, entendida como la única manera de dejar de ser o verse como un inmigrante. Él mismo fue un claro ejemplo de ello, peruano de nacimiento y argentino por adopción, decidió quedarse en este país, y aquí se enamoró, y aquí se casó y formó una familia, y aquí también echó sus raíces.A pesar de mantenerme al margen de los postulados apristas, pero sobre todo de su praxis, fui el único periodista que cuestionó los subsidios o planes sociales que entrega el flamante Partido Aprista Popular, y no lo tomo con orgullo, simplemente opiné llevado por mi convicción de periodista desembarazado de pertenecer a cualquier partido político. Este hecho, lógicamente, incomodó al extinto líder porque consideró que yo no había sido parcial no escuchando las dos campanas de la versión, sin embargo, lejos de tomarlo como una declaración de guerra, Oblitas me llamó por teléfono para ofrecerme su versión, y luego de una charla acalorada donde quedaron zanjadas nuestras diferencias, retomamos el hilo conductor de nuestra amistad. Quedamos en encontrarnos en unas semanas para que me dé su versión a través de una entrevista, pero esta nunca llegó a concretarse, de todas maneras dejó bien en claro que para él antes que nada, a pesar de las diferencias por muy abismales que sean, primaba la cordura, el diálogo y el consenso, diferenciándose diametralmente de ese otro aprismo lumpen que osó ponernos las manos encima en el cumplimiento de nuestro deber profesional y que él, como otros apristas probos, rechazó tajantemente solidarizándose con nosotros.Sin duda alguna la ausencia de Víctor Oblitas se va a dejar sentir en muchos ámbitos de la colectividad, pero principalmente en la política, donde todos los fines de semana, religiosamente, se reunía en su ágora de Riobamba 480 (fortín del Partido Aprista Popular), para discernir con sus compañeros sobre el acontecer político, social y cultural de lo que pasaba en la colectividad, Argentina, el Perú y el mundo. Era asiduo a los grandes debates de su partido siendo siempre un referente y un hombre de oratoria respetada. Solía acudir con diligencia y solemnidad tanto a charlas políticas de las más altas esferas argentinas como a modestísimas invitaciones de polladas o a charlas de café y noches de bohemia entre amigos; por esta particularidad, por su capacidad y espíritu animoso Oblitas era aceptado en todas las esferas. Sin duda alguna lo vamos a extrañar en nuestras tertulias.Adiós, Víctor Oblitas
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